Evolución de los hábitos de vida saludables

Aristóteles ya lo decía, con su clásica frase: “El ser humano es un ser social por naturaleza”. La tendencia de toda persona es la socialización, la agrupación entre individuos que cumplen unos mismos requisitos, unas mismas aficiones o, simplemente, unas mismas costumbres.

 

La necesidad de dependencia es algo instintivo. Formar parte de una clase jerárquica se ha convertido en una necesidad que se ha convertido deseo y que rige las pautas establecidas por una sociedad de consumo cada vez más exigente.

 

El individualismo y consumismo fomentan un cambio de pensamiento en el consumidor, influyendo directamente en cómo toma éste las decisiones y casi obligándole a consumir unos o otros productos.

 

En función de pertenecer a una clase social o otra el marketing se enfoca de una o otra manera, modificando el mensaje aún ofreciendo el mismo producto. Utilizar una prenda o otra de ropa, consumir un tipo de bebida o comida o inclusive el color de un coche son capaces de encasillarnos, erróneamente o no, en una clase o otra social.

 

Adoptar unos hábitos de vida saludables se ha convertido en un “musthave”, algo cool en una sociedad cada vez más preocupada por una alimentación sana y la práctica de ejercicio físico. Ya sea en gimnasios o en cualquier lugar donde pueda realizarse deporte, el incremento del colectivo de personas que destinan parte de su día a este tipo de actividad aumenta año tras año, desmintiendo mitos y adoptando costumbres de países con una mentalidad más abierta donde los tabúes dejaron de serlo desde hace décadas, como el consumo de productos altos en proteínas y bajos en carbohidratos y grasas. En la otra cara de la moneda, y relacionándose con clases con menos poder adquisitivo, los índices de obesidad aumentan.